domingo, 24 de enero de 2010

Siete de Marzo de Dos mil diez.


El hablar por hablar, el hablar de todo y de nada, el contarle todas las tonterías que pasan por su cabeza (que no son pocas, créeme) sus peores temores, sus mayores anhelos...El saber que él escucha al otro lado, atento a cada detalle insignificante, descubriendo lo que nadie nunca se ha atrevido a descubrir, el calmarla tan sólo con su silencio cómplice, con su voz de barítono frustrado que la transporta a otra vida, a otro mundo... al mundo de las solteronas que devoran novelas románticas (o tal vez sea al revés, y las novelas las devoren a ellas), a Roma, al Trastevere, a los adultos que intentan modernizarse, al futuro, al pasado, a Teseo y a Ícaro, a las pelis de domingo por la tarde, a Fuente Ovejuna, a la 9º de Beethoven, a la tediosa rutina, al Romano y el sex appeal del profesor, a Springfield, a Mari Carmen, a Helena, a Javi... a los lugares alejados de la civilización... a la Olivetti perdida, a los increíbles, únicos e irrepetibles viajes con Easy Jet, a recordar a su abuelo, a idealizar a su abuela, a descubrirle Molina (a querer descubrirla con ella), a sus encuentros (y desencuentros) amorosos, a sus amigos para toda la vida (que resultan ser amigos de un verano), a la bella princesa islandesa, a comprobar que odia que la llamen niña, a comprobar también que Quique no lo dice y que él se lo inventa para picarla (guiño-guiño), a los viajes culturales por los bares del Cabezo Cortao, y darse cuenta al colgar que aquel argentino con aire bohemio le está arrebatando poco a poco hasta la más ínfima parte de su alma...



lunes, 11 de enero de 2010

¿Crees ser el único que tiene secretos?


Me dormí con tu historia entre los dedos.

Yo quiero ser tu mejor personaje, tu mejor verso.


P.